lunes, 18 de junio de 2012

Off - Topic

Aunque este es un blog dedicado a mis vivencias como ciclista urbano, desde el primer día especulé con la posibilidad de incorporar algunas entradas sobre rutas interesantes de BTT de las que hago los fines de semana que tengo oportunidad. Finalmente decidí que no acababa de gustarme la idea de juntar ambos mundos y las rutas dignas de mención residen en wikiloc por si fueran de interés para alguien.
Sin embargo, hoy me permito variar el criterio para hacer una mini-reseña de la última salida BTT que he realizado. El motivo es simple: esta ruta supone un punto de inflexión en la dureza de los recorridos que hemos venido efectuando con la bici de montaña por la zona del Ripollés.
La idea inicial el sábado al salir de Ribes de Freser era subir a Fontalba y, desde ahí, armados con un mapa y el GPS, intentar llegar al Collet de les Barraques. La verdad es que todavía me pregunto cómo lo hubiéramos logrado, ya que no tengo claro que el GR11 sea muy ciclable en el tramo desde Fontalba hasta la Font de l'home mort y no parece haber muchos caminos alternativos. Pero ahí residía parte de la gracia de la salida.
Debido en parte a estas dudas y a la cantidad de coches que nos encontramos en la carretera hacia Queralbs, en un alarde de valentía decidimos abandonar la carretera e incorporarnos a la pista que sube hasta la Font de l'home Mort a través del veïnat de Vilamanya.






Este tramo lo conocíamos ya que alguna vez lo habíamos hecho en bajada. Y de ahí nuestras reticencias. Si bajando el desnivel da miedo, subiendo es bestial. Los 3,5Kms iniciales de esta subida (sobretodo los 2 primeros, hasta llegar a Vilamanya) consitituyen la ascensión más cafre que yo haya visto en mi vida. El desnivel medio de la subida supera el 10% y hay diversas rampas con desniveles del 20%. El Angliru del Ripollés, vamos. Sinceramente, hasta el día de marras no nos habíamos visto capaces de completar esa subida, pero la fe y el plato pequeño nos llevaron arriba. Después de la inyección de moral que nos dió el inicio de etapa, llegar a la font de l'home mort (1.810mts) con desniveles medios ya sobre el 7% nos pareció casi hasta sencillo. De ahí seguimos una antigua variante del GR11 que, a base de empujar la bici durante un kilómetro, nos dejó ya en unos prados sobre los 1900 metros de altitud y por una pista llegamos al Collet de les Barraques para bajar luego desde allí por carretera hasta la Font Freda y, desde allí, de nuevo por pista de tierra, hasta Vilamanya y recorrer de nuevo la subida de la muerte, solo que esta vez en bajada.

Poco a poco, las salidas con la BTT se han ido haciendo bastante más duras y, este es un ejemplo. Sin embargo, cada vez se aguantan mejor, aunque la frecuencia de las mismas no es mucho mayor que en años anteriores, donde desafíos como este no parecían posibles  (quizá también faltaba algo de atrevimiento). En cualquier caso, estoy seguro de que uno de los factores que contribuye a este pequeño éxito personal es el fondo que poco a poco voy ganando con los 20Kms diarios de bici urbana.
Y es que, uno de los comentarios habituales que genera la bicicleta entre vecinos, conocidos, etc. es el socorrido "...y, además, haces deporte". Nunca me he tomado ese comentario muy en serio, ni tampoco era mi objetivo al pasarme a la bici como transporte habitual. Dejémoslo en que haces algo de ejercicio. Ir o volver del trabajo a casa por recorrido urbano no es (al menos en mi caso) una actividad que genere un gran gasto calórico ni requiera de un importante esfuerzo continuado. Dudo que se queme ni un gramo de grasa atravesando Barcelona por la Diagonal en bicicleta a un ritmo normal. Así que es evidente que esos 20Kms diarios no van a convertir a nadie en un superatleta; ni siquiera creo que por sí solos vayan a hacer que alguien (salvo que tenga un sobrepeso muy evidente o su nivel de ejercicio físico anterior fuera nulo) adelgace un montón de kgs.
Pero lo que sí he comprobado es que la constancia durante todos estos meses (y espero que durante los futuros) se ha acabado notando en la facilidad con la que ahora me enfrento a los tramos urbanos en subida o en mi capacidad para aguantar (sufrir, más bien) en retos de mucho mayor calado el fin de semana. Así pues, parece que al final, algo queda.


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