Cada vez que alguien entabla conversación conmigo sobre esta costumbre tan peculiar de usar la bicicleta para ir al trabajo, hay algunos argumentos (excusas, casi mejor) tópicos que surgen de forma habitual. Entre ellos, el del excesivo calor en verano es todo un clásico. De hecho, debo admitir que yo también lo utilicé como excusa, en parte, a la hora de plantearme seriamente esta pequeña aventura. No hay que olvidar que estamos en Barcelona, y aquí en verano hace mucho calor. Y, gracias a la humedad, difícilmente soportable.
Yo resolví el problema con mi decisión de utilizar la bicicleta solo para el trayecto de vuelta a casa (la ida la hacía en metro). En este caso, el calor y, sobretodo su consecuencia: el sudor, pierden relevancia, ya que uno siempre puede ducharse al llegar. De todas formas, dado que empecé la aventura de la Brompton a mediados de septiembre, todavía no había cubierto un ciclo climático completo con la bicicleta y me faltaba comprobar si, realmente, el calor era tan insoportable como la gente sospecha.
Ahora que ya estamos a mediados de Julio creo que puedo sacar algunas conclusiones al respecto. Primero, es cierto que hace calor, y mucho. Así que, la hora del trayecto influye bastante en cómo te afectará. Ahora también hago una parte importante del trayecto de ida en bicicleta, por lo que he adelantado mi rutina y llego a trabajar antes. No es lo mismo circular por Barcelona en Julio a las 7:30AM que a las 8:30 o las 9:00. Esa hora de menos se nota y, combinada con un ritmo de pedaleo adecuado, sirve para evitar que rompas a sudar (sobretodo si hay algún tramo en subida que requiera de algo de esfuerzo).
Aún así, en mi experiencia, el problema más grande no es la hora del día, sino el tipo de desplazamiento. De vuelta a casa por la tarde yo hago un trayecto largo (para ser urbano), de unos 15Kms. Durante los 2 primeros tercios del mismo, apenas sudo ni paso excesivo calor. Incluso diría que hasta paso bastante menos calor que si fuera caminando tranquilamente por la calle a esa misma hora. La verdad es que, como en la moto, en la bici se percibe mucho más cualquier atisbo de brisa y eso ayuda a refrigerar. La cosa empieza a ponerse seria en el momento en que llego al Fòrum. Allí el camino se ensancha, desaparece el cobijo de edificios y árboles y, sobretodo, la frecuencia de cruces y semáforos es mucho menor, demandando un esfuerzo continuo durante mayor tiempo. Es ahí donde se pasa calor en la bici.
Es decir, que en la mayor parte de desplazamientos urbanos, (aquellos que transcurren por el centro de la ciudad, sin la presencia de pendientes exigentes) cruces y semáforos combinados con las sombras que puedan surgir de edificios y árboles son los que garantizan que ir en bicicleta es perfectamente asumible en estas fechas.
Por supuesto, no todos los trayectos son iguales (la prueba es el que yo hago) y los habrá que, por sus características, demanden un esfuerzo muy importante con calor o sin él. Pero, en general, no parece que el calor de Barcelona deba ser una barrera a la hora de decidirse a coger la bici como transporte urbano en verano. Así pues, a pedalear.
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