lunes, 3 de septiembre de 2012

Vuelta al trabajo

Se acabaron las vacaciones. Esto implica recuperar la Brompton, que ha tenido un merecido mes de descanso. Ha sido la primera vez que la dejo tanto tiempo en el dique seco, por lo que era mi primer reencuentro con la bici y las sensaciones que supone llevarla y realizar el trayecto diario al trabajo, que en este mes de vacaciones habían quedado un tanto olvidadas.
Y, para mi sorpresa, 2 cosas han llamado mi atención nada más subir a la bicicleta:

Por un lado, la fabulosa comodidad del sillín. Son muchos kilómetros ya con él y hace tiempo que me consideraba totalmente adaptado al Brooks, pero al subirme hoy, la sensación de confort ha sido brutal. La comparación con el trozo de metal tapizado que debo llevar por por asiento en la BTT es simplemente odiosa. El Brooks es como un sofá y no me extraña que tenga tanto éxito entre los cicloturistas.

Para compensar tanta satisfacción, también he encontrado un punto de decepción. El mismo que ya noté la primera vez que subí a una Brompton: los frenos. La verdad es que, comparados con los de una bicicleta de montaña, estos son patéticos. Que sí, que paran la bici, que cumplen su función adecuadamente, que esta no es una bici para bajar rampas imposibles ni alcanzar velocidades de vértigo, pero, ni con las manetas nuevas, ni con las viejas, puedes comparar la capacidad de frenada, el tacto y la sensación de seguridad que ofrecen los frenos de cualquier bici de montaña que ronde los 1.000€ (a día de hoy, casi el precio base de una Brompton) con "eso" que lleva la Brompton.

En cualquier caso, al cabo de unos minutos circulando ya me había olvidado de estos detalles (sobretodo de los frenos, ya que del sillín seguía admirado)  y volvía a disfrutar del recorrido como cualquier otro día. Volvemos a la rutina.

No hay comentarios:

Publicar un comentario