martes, 18 de septiembre de 2012

Peligra la Brompton

Ayer estuve todo el día en cama con gripe. Coincidió, además, con una huelga del transporte público en Barcelona. Parecía que la bici se iba a quedar en casa descansando. Pero, para mi sorpresa, cinco minutos antes de irse a trabajar, mi mujer se descolgó con el siguiente comentario: "¿Y si mi llevo tu bici?"
Dado mi lamentable estado de salud, pensé que no la había entendido bien. Ella siempre había mostrado una total indiferencia hacia mi bicicleta y lo de ir a trabajar pedaleando, pese a que en más de una ocasión le he sugerido probarlo, nunca le había llamado la atención.
Pero parece ser que la huelga de metro y la incertidumbre sobre lo que tardaría en volver a casa por la tarde, le hicieron interesarse por la Brompton.
Así pues, en 5 minutos le di una clase rápida de plegado y desplegado y se fué, aún con cierto escepticismo sobre el éxito de esta iniciativa, al trabajo en bici (bueno, a la ida metro y bici, a la vuelta solo bici).
Si en ese momento hubiera tenido que apostar, me hubiera jugado una buena cantidad de dinero a que la experiencia iba a ser un fracaso. Que si esto no se puede desplegar, que si pesa, que si sudas... Ya me lo veía venir. Y lo hubiera perdido. Porque, cuando por la tarde llegó a casa, se dirigió a mí con tono sonriente (¡malo!) y, tras preguntarme como me encontraba, me informó de que había venido a casa en bici y que muy bien. Y así, de pasada, soltó que, si mañana todavía iba a estar en casa convaleciente, que se volvería a llevar la Brompton. ¡Toma ya! Y sin huelga de transportes ni nada que usar como excusa.
Así que probé a lanzar un comentario sobre la compra de una bici para ella:
"Tendré que comprarte una Brompton. Una de titanio, que pese menos".
Normalmente, un comentario así hubiera suscitado alguna respuesta del estilo de "Déjate de tonterías" seguido de algún comentario extra sobre precios excesivos finalizado con alguna afirmación rotunda del tipo "Yo no quiero una bici.". Pero, para mi sorpresa, no hubo ni un solo gesto de desprecio o indiferencia. Hasta puso atención cuando le expliqué que las había con 6 marchas y se podía poner un plato más pequeño, para hacer menos esfuerzo al pedalear.
Esta mañana a la hora de salir de casa, ya me ha preguntado incluso por el recorrido óptimo para llegar a su trabajo y hasta se ha llevado la S-Bag (ayer no quiso) para poder cargar cómodamente con todas sus cosas.

Mañana vuelvo a trabajar. Lo que no tengo claro es si llevaré la bici o se la llevará ella. Pero me da que en breve vamos a tener una segunda Brompton en casa.

lunes, 17 de septiembre de 2012

Un año de bici

Ya hace un año que comenzó mi pequeña aventura como ciclista urbano. Desde entonces, 3.300Kms y un uso diario de la bicicleta con poquísimas excepciones, dan fé del éxito de mi iniciativa.
Al principio, dudaba. Si la bicicleta escogida hubiera sido mi vieja mountain bike o una plegable baratita, como las del decathlon (que fué mi primera opción), la presión hubiera sido mucho menor. Pero la Brompton no es una bicicleta barata, y eso añadía un plus de responsabilidad a mi iniciativa. No es plan de cansarte de ir con la bici a las 3 semanas y dejarla aparcada sin más. Así que, esto tenía que funcionar sí, o sí.
Pero quizá esa presión extra ha sido la motivación que necesitaba para garantizar el éxito de mi cambio de hábito. Poco a poco, la Brompton se ha ido convirtiendo en una compañera inseparable con la que voy a todas partes en mis desplazamientos urbanos. La bici ha añadido un plus de flexibilidad a mis recorridos, ya que me permite ajustarlos para pasar por determinada tienda a comprar algo que necesito sin necesidad de tener que estudiar previamente si por allí pasa algún autobús que me sirva o hay una parada de metro cercana. Las primeras semanas me daba algo de corte entrar con ella en una tienda, pero a día de hoy, es algo perfectamente habitual y me resulta un gran valor añadido.
Por otra parte y, aunque no era esa la idea inicial, también supone cierto ahorro. Si antes gastaba unas 50 tarjetas T-10 al año, ahora gasto exactamente la mitad. Eso significa unos 220 euros anuales menos en transporte. Y que la bicicleta se habrá amortizado en poco más de 4 años. De hecho, contando el ritmo al que sube el precio del transporte público. Probablemente será antes. Y eso por culpa del precio de adquisicion de la Brompton. Porque si nos fijamos en el coste de mantenimiento anual, la cosa es de risa. Mi inversión en mantenimiento durante 1 año se ha reducido a
- 1 lata de crema Proofide para el sillín (creo que costó 11 euros y durará años)
- 1 bote de desengrasante para la cadena. Y que en realidad comparten todas las bicis de casa (14 euros)
El aceite para lubricar la cadena ya lo tenía en casa (también es compartido con las otras bicis), aunque un bote cuesta del orden de 3 euros en Decathlon.
Y aquí se acaba todo. No he cambiado la cadena y sigue sin dar síntomas de fatiga. Seguramente haya que cambiarla sobre los 5.000Kms, pero ya se verá (y el coste de una cadena ronda los 10€). Y tampoco he cambiado aún los neumáticos. No he pinchado ni una sola vez en este tiempo y todavía no acusan un desgaste excesivo. Así pues, si no fuera porque la Brompton tiene un coste de adquisición considerable, utilizar la bicicleta como transporte habitual es considerablemente más barato que usar, no ya el coche o la moto, sino el transporte público en cualquier modalidad. Y, por lo que a mí respecta, mucho más agradable.



lunes, 3 de septiembre de 2012

Vuelta al trabajo

Se acabaron las vacaciones. Esto implica recuperar la Brompton, que ha tenido un merecido mes de descanso. Ha sido la primera vez que la dejo tanto tiempo en el dique seco, por lo que era mi primer reencuentro con la bici y las sensaciones que supone llevarla y realizar el trayecto diario al trabajo, que en este mes de vacaciones habían quedado un tanto olvidadas.
Y, para mi sorpresa, 2 cosas han llamado mi atención nada más subir a la bicicleta:

Por un lado, la fabulosa comodidad del sillín. Son muchos kilómetros ya con él y hace tiempo que me consideraba totalmente adaptado al Brooks, pero al subirme hoy, la sensación de confort ha sido brutal. La comparación con el trozo de metal tapizado que debo llevar por por asiento en la BTT es simplemente odiosa. El Brooks es como un sofá y no me extraña que tenga tanto éxito entre los cicloturistas.

Para compensar tanta satisfacción, también he encontrado un punto de decepción. El mismo que ya noté la primera vez que subí a una Brompton: los frenos. La verdad es que, comparados con los de una bicicleta de montaña, estos son patéticos. Que sí, que paran la bici, que cumplen su función adecuadamente, que esta no es una bici para bajar rampas imposibles ni alcanzar velocidades de vértigo, pero, ni con las manetas nuevas, ni con las viejas, puedes comparar la capacidad de frenada, el tacto y la sensación de seguridad que ofrecen los frenos de cualquier bici de montaña que ronde los 1.000€ (a día de hoy, casi el precio base de una Brompton) con "eso" que lleva la Brompton.

En cualquier caso, al cabo de unos minutos circulando ya me había olvidado de estos detalles (sobretodo de los frenos, ya que del sillín seguía admirado)  y volvía a disfrutar del recorrido como cualquier otro día. Volvemos a la rutina.