martes, 19 de junio de 2012

Cambio de puños y manetas

Llevaba ya algún tiempo pensando en cambiar los puños del manillar. Desde que, al poco de tener la bici, la espuma del puño izquierdo (el que toca al suelo al plegarla) sufrió un pequeño pellizco, su proceso de desintegración ha continuado inexorable durante todos estos meses. Así que hace unas semanas me decidí a comprar unos puños nuevos. Y, ya puestos, qué mejor que unos Brooks, en color marrón a juego con el sillín :-)

Brooks hace 2 modelos de puños: los Plump (el modelo habitual que la gente suele poner en las Brompton, compuesto por anillas de piel que pueden añadirse o eliminarse a voluntad para ajustar su longitud) y los Slender, formados por un cilindro de aluminio sobre el que se envuelve cinta de cuero al estilo de los manillares de ciclista. Estos últimos tienen una estética mucho más estilizada pero, a diferencia de lo que ocurre con el modelo Plump, no son de longitud regulable. Miden unos 13,5cms y eso los hace excesivamente largos para una Brompton con el manillar tipo M si no quieres modificar en exceso la disposición del resto de elementos (manetas de freno, cambio y timbre) de este. Una opción era cortar los puños y adaptar su longitud al ancho exacto disponible en el manillar. La operación es factible, tal y como se describe en este blog. Pero el resultado no acababa de convencerme. Aunque no se nota en ningún caso el apaño, hace algún tiempo vi una Brompton con esta solución y me parece que quedan excesivamente pequeños.

La otra opción es cambiar las manetas de freno originales de Brompton por unas que tengan la base más estrecha (prácticamente cualquier  modelo del mercado) y así ganar algo de espacio adicional en el manillar que me permita poner los puños sin tener que cortarlos.
Aunque la potencia de frenado de la Brompton es suficiente para todas las situaciones que me encuentro en el día a día, siempre me ha parecido que los frenos son el componente de la Brompton en el que se nota una mayor diferencia (a peor) respecto de lo que yo estaba acostumbrado a utilizar (frenos de disco hidráulicos) en mi BTT. Si bien la potencia de frenado es bastante correcta, el tacto de las manetas originales nunca me ha gustado demasiado. Por lo que esta ha sido la excusa perfecta para cambiarlas por unas algo mejores.
Así pues, el otro día cambié las manetas de serie por unas Shimano BL-R550 negras (inicialmente especulé con poner unas Paul Cantilever, pero su precio desmesurado me ha hecho pensármelo mejor) y los puños de espuma originales por unos Brooks Slender marrones.
El cambio de los puños no tiene ningún secreto. Lo único a tener en cuenta es que los puños de espuma están encolados al manillar, por lo que la forma más limpia (y eficaz) para sacarlos es utilizar una jeringuilla e introducir un poco de alcohol entre el puño y la barra del manillar que nos ayude a diluir el pegamento.
Después de limpiar el tubo del manillar de los restos de pegamento, lo siguiente es desmontar las manetas de freno originales. Esto es algo más complicado, ya que no es posible desmontar las manetas originales sin antes sacar también los cables de los frenos. El proceso no es difícil, aunque si tienes una buena explicación a mano, mucho mejor. Y para eso, nada como el vídeo que se curraron los amigos de esmibici.com y que, con su permiso, os adjunto. (¡Gracias, Emic!) Además, las manetas de freno son exactamente las mismas que en el vídeo.




Una vez hemos terminado de montar las manetas todavía faltaría un poco de espacio en el manillar para poder encajar completamente los puños. De nuevo tenemos la opción de cortar el tubo de aluminio de los puños (ahora el recorte ya no sería excesivo), pero el espacio que falta no es demasiado y basta con desplazar un poco al interior (un centímetro, aproximadamente) el mando del cambio y el timbre para ganar el espacio extra necesario y poder encajar todo el conjunto sin que afecte demasiado a la facilidad de uso de los mandos; sobretodo del cambio.
Para colocar los puños Brooks no hay que pegarlos; basta con deslizarlos en el manillar y, una vez en la posición correcta, apretar unos tornillos muy pequeñitos que llevan en los extremos. Por cierto, no hay que sufrir por disponer del destornillador adecuado. La gente de Brooks es muy detallista y en el paquete con los puños viene una punta de destornillador de la medida necesaria.

Y, terminada la obra, aquí puede verse el resultado final:


El cambio estético es espectacular. Los nuevos puños no pasan desapercibidos y, en cuanto a comodidad, no he notado ningún cambio respecto a los que llevaba (que en ese aspecto ya me parecían bien). Está claro que no son tan cómodos como unos Ergon, pero tampoco creo que necesite puños anatómicos para recorridos urbanos. Como ya me habían comentado previamente, los frenos no han cambiado demasiado. La bici frena correctamente; igual que antes, vamos. Pero sí que es cierto que el tacto de las manetas Shimano es bastante mejor que el de las originales Brompton. Se notan más robustas y precisas. Aunque debo admitir que, si no fuera por el cambio de los puños, seguramente habría dejado las manetas de serie por bastante tiempo.

En cualquier caso, ahí quedan los cambios.

lunes, 18 de junio de 2012

Off - Topic

Aunque este es un blog dedicado a mis vivencias como ciclista urbano, desde el primer día especulé con la posibilidad de incorporar algunas entradas sobre rutas interesantes de BTT de las que hago los fines de semana que tengo oportunidad. Finalmente decidí que no acababa de gustarme la idea de juntar ambos mundos y las rutas dignas de mención residen en wikiloc por si fueran de interés para alguien.
Sin embargo, hoy me permito variar el criterio para hacer una mini-reseña de la última salida BTT que he realizado. El motivo es simple: esta ruta supone un punto de inflexión en la dureza de los recorridos que hemos venido efectuando con la bici de montaña por la zona del Ripollés.
La idea inicial el sábado al salir de Ribes de Freser era subir a Fontalba y, desde ahí, armados con un mapa y el GPS, intentar llegar al Collet de les Barraques. La verdad es que todavía me pregunto cómo lo hubiéramos logrado, ya que no tengo claro que el GR11 sea muy ciclable en el tramo desde Fontalba hasta la Font de l'home mort y no parece haber muchos caminos alternativos. Pero ahí residía parte de la gracia de la salida.
Debido en parte a estas dudas y a la cantidad de coches que nos encontramos en la carretera hacia Queralbs, en un alarde de valentía decidimos abandonar la carretera e incorporarnos a la pista que sube hasta la Font de l'home Mort a través del veïnat de Vilamanya.






Este tramo lo conocíamos ya que alguna vez lo habíamos hecho en bajada. Y de ahí nuestras reticencias. Si bajando el desnivel da miedo, subiendo es bestial. Los 3,5Kms iniciales de esta subida (sobretodo los 2 primeros, hasta llegar a Vilamanya) consitituyen la ascensión más cafre que yo haya visto en mi vida. El desnivel medio de la subida supera el 10% y hay diversas rampas con desniveles del 20%. El Angliru del Ripollés, vamos. Sinceramente, hasta el día de marras no nos habíamos visto capaces de completar esa subida, pero la fe y el plato pequeño nos llevaron arriba. Después de la inyección de moral que nos dió el inicio de etapa, llegar a la font de l'home mort (1.810mts) con desniveles medios ya sobre el 7% nos pareció casi hasta sencillo. De ahí seguimos una antigua variante del GR11 que, a base de empujar la bici durante un kilómetro, nos dejó ya en unos prados sobre los 1900 metros de altitud y por una pista llegamos al Collet de les Barraques para bajar luego desde allí por carretera hasta la Font Freda y, desde allí, de nuevo por pista de tierra, hasta Vilamanya y recorrer de nuevo la subida de la muerte, solo que esta vez en bajada.

Poco a poco, las salidas con la BTT se han ido haciendo bastante más duras y, este es un ejemplo. Sin embargo, cada vez se aguantan mejor, aunque la frecuencia de las mismas no es mucho mayor que en años anteriores, donde desafíos como este no parecían posibles  (quizá también faltaba algo de atrevimiento). En cualquier caso, estoy seguro de que uno de los factores que contribuye a este pequeño éxito personal es el fondo que poco a poco voy ganando con los 20Kms diarios de bici urbana.
Y es que, uno de los comentarios habituales que genera la bicicleta entre vecinos, conocidos, etc. es el socorrido "...y, además, haces deporte". Nunca me he tomado ese comentario muy en serio, ni tampoco era mi objetivo al pasarme a la bici como transporte habitual. Dejémoslo en que haces algo de ejercicio. Ir o volver del trabajo a casa por recorrido urbano no es (al menos en mi caso) una actividad que genere un gran gasto calórico ni requiera de un importante esfuerzo continuado. Dudo que se queme ni un gramo de grasa atravesando Barcelona por la Diagonal en bicicleta a un ritmo normal. Así que es evidente que esos 20Kms diarios no van a convertir a nadie en un superatleta; ni siquiera creo que por sí solos vayan a hacer que alguien (salvo que tenga un sobrepeso muy evidente o su nivel de ejercicio físico anterior fuera nulo) adelgace un montón de kgs.
Pero lo que sí he comprobado es que la constancia durante todos estos meses (y espero que durante los futuros) se ha acabado notando en la facilidad con la que ahora me enfrento a los tramos urbanos en subida o en mi capacidad para aguantar (sufrir, más bien) en retos de mucho mayor calado el fin de semana. Así pues, parece que al final, algo queda.


jueves, 14 de junio de 2012

Verdaderos clásicos

Desde que soy ciclista urbano no he podido menos que empezar a fijarme con algo más de detalle en el resto de bicicletas con las que me cruzo en mis desplazamientos diarios.
Por supuesto, la variedad de marcas y modelos que recorren las calles de Barcelona es amplísima, aunque siempre con el rojo y blanco del bicing como claro dominador. Sin embargo, sí que hay algunos modelos de bicicleta que se ven con mayor frecuencia que otros. Y uno de esos grupos es el que más llama mi atención. No son ni mucho menos las más frecuentes, pero sí lo suficiente como para que me haya fijado en que se ven muchas más de las que yo jamás habría pensado: las BH de paseo.

Se trata de bicicletas con una antigüedad importante (a mí me compraron una con una medida de rueda algo más pequeña en el año 1975 y que cambié por una Bicicross BH en 1984) que dominaron la escena ciclista en este país durante los años 70 y 80. Luego ya llegaron otros modelos como la Bicicross, la California y demás bicicletas tipo BMX y, después, la revolución de las BTT. Pero, hasta entonces, yo creo que casi cualquier niño o adolescente que iba en bicicleta, lo hacía en una de estas o un modelo similar de otra marca.
Hoy en día tienen un aspecto un tanto peculiar, alejadas de las medidas habituales de las bicicletas modernas (el modelo típico llevaba ruedas de 20" y el que yo tenia diría que eran de 16",  semejante a mi Brompton), aunque, en realidad, con unas dimensiones y diseño similares a las de muchas bicicletas plegables actuales. De hecho, algunas de estas también lo eran (la mía), aunque, por lo que recuerdo, no estaban pensadas para llevar a cabo esa operación con demasiada frecuencia.
Lo que me sorprende es la cantidad de ellas que aún existen y, sobretodo, lo bien conservadas que suelen estar las que me encuentro. ¿Donde habrán estado guardadas?
Cuando veo una por la calle me asalta cierta nostalgia y, sobretodo, una considerable admiración por la persona que la lleva por haberla conservado todo este tiempo y por seguir utilizándola pese a no ser tan eficaz y sofisticada como las bicicletas actuales y es que, la mayor parte de las veces, la gente a la que veo con bicis de estas da la sensación de que va o viene del trabajo y utiliza esa bicicleta como su medio de transporte habitual. Llevar una bicicleta que puede tener sus buenos 25 o 30 años y se conserva perfectamente funcional creo que representa en buena parte el paradigma del espíritu ciclista. No es necesario disponer de la bici más moderna o fashion para desplazarse de forma habitual. Y menos en una ciudad como Barcelona, donde una bici atada en la calle puede desaparecer con una rapidez inaudita. Aunque, eso sí, creo que me disgustaría bastante más que me robaran una de estas por vieja que sea, que muchas otras bicicletas más modernas. Lo que decía: Nostalgia.

martes, 12 de junio de 2012

Fuera de las aceras


Hace un par de semanas el ayuntamiento de Barcelona manifestó con rotundidad su intención de prohibir la circulación de bicicletas por las aceras (aceras que no disponen de carril bici, se entiende) antes de final de año. Durante estos días he podido leer en diversos medios reacciones de todos los tipos. Desde el clásico "ya era hora" hasta la indignación absoluta de muchos ciclistas, pasando por todos los grados posibles.
A mí no me parece una decisión acertada. Al menos, no tal y como se ha tomado. Aún así, debo admitir que inicialmente no pensé escribir sobre ello. Bastante se ha escrito ya. Sin embargo, 2 detalles en estos últimos días me han hecho decidirme a riesgo de repetir argumentos ya conocidos:

El primero, el nuevo carril bici de la Calle Sicilia. Llevo un par de semanas pasando por ahí (más o menos su inauguración coincidió con el anuncio del alcalde) y mi indignación ha ido en aumento desde el primer día. Hago un tramo muy corto, siempre de bajada, entre Diagonal y Consell de Cent o, todo lo más, hasta Gran Vía.  Esta tarde, un conductor de autocar que giraba en la calle Aragó me ha mirado asombrado y me preguntaba qué hacía yo bajando por ahi si esa calle es de subida. El hombre no acababa de entender cómo era eso posible, aunque ha visto por mi determinación y mi explicación gestual que yo hacía lo correcto.
Después de pasar al autocar, he encontrado un coche estacionado en el carril bici. Hasta la fecha, la imagen más frecuente de ese carril es la que se ve en la foto adjunta y contiene uno varios coches aparcados en él (por ahora el record está en cuatro vehículos en solo 2 manzanas).
Desde el primer día, ese carril bici me ha parecido un error. Tiene una anchura (estrechez, mejor decir) que apenas permite que 1 bicicleta pueda circular dentro del mismo. Es de doble sentido en una calle que es solo de subida, cosa que no se espera ninguno de los vehículos que sube; los semáforos del carril bici quedan ocultos tras los árboles, con lo que no sabes hasta que no llegas justo a la intersección si el semáforo está rojo o verde;  y adolece de la misma problemática con los giros (tanto los que quiera hacer el ciclista, como los de los vehículos que giran hacia el lado en que está el carril bici) que el resto de carriles bici en el Eixample.

El segundo detalle se produjo el otro día hablando con un compañero de trabajo sobre las bicicletas. Hubo un momento de la conversación en que me mostró su total y sincera sorpresa ya que, según dijo, en ese instante se enteró de que los peatones tienen prohibido caminar por el carril bici aunque este se encuentre en una acera (por supuesto, sí pueden cruzarlo). "Quan el carril bici estigui situat en vorera, els vianants el podran creuar, però no hi podran romandre ni caminar-hi." 
Mi compañero se quedó estupefacto. Me decía que él siempre había pensado que esas líneas ahí pintadas eran una mera indicación de por donde deben circular las bicis, pero que jamás había llegado a pensar que supusieran algún tipo de obligación para él como peatón. Y, de hecho, ahora que lo pienso, no recuerdo ninguna señal específica que indique a los peatones que no deben circular por ellos.

A mi entender, estas dos situaciones ponen de manifiesto una parte muy importante de la problemática de la bici en Barcelona, que no se resuelve simplemente con asumir que la convivencia entre peatones y ciclistas se reduce a prohibir las bicis por las aceras. La formación y la información son básicas. El peatón que se siente molesto por una bicicleta que va por la acera es posible que siga sintiéndose igual aunque ese ciclista vaya por un carril bici si ese carril no está bien diseñado o si él mismo (y el ciclista) no es consciente de cuales son las obligaciones y derechos de cada cual en ese ámbito. Y lo mismo ocurre en la calzada. Igual que hay conductores que todavía no son conscientes de que las bicicletas pueden circular por el centro del carril, difícilmente van a asumir rápidamente que ahora pueden encontrarse bicicletas en contradirección en una calle de sentido único si no se hace un esfuerzo importante para explicárselo.
Es decir, lo importante no es solo determinar por donde deben circular unos y otros. Lo que hay que hacer es garantizar el respeto del espacio asignado a cada uno informando a todos adecuadamente de sus derechos y obligaciones y, por supuesto, trabajar para que todos ellos dispongan de un espacio en condiciones. Ninguneando a una de las partes solo consigues dos cosas: generar indignación y poner en peligro a ese colectivo que, al fin y al cabo, no deja de formar parte también de los otros dos. No hay que olvidar que conductores y ciclistas somos también peatones. Y todos, por encima de esto, somos ciudadanos.